
Lo que corresponde a esta Lección Tercera, tengo la seguridad de que está en la mente de mis QQ.: HH. Aprendices; pues es de sobra elocuente y perfectamente explicado en los distintos momentos de toda iniciación de un profano. Y no puede ser de otra manera; pues, como ya hemos dicho en lección anterior, la iniciación tiene la virtud de interesar al iniciado y a los iniciadores y todo porque se habla y debe hablarse en lenguaje llano, con términos, precisos, circunstancia que me hace suponer, repito, está todo en la mente de los aprendices. Resultaría, pues, redundante,-.si aquí hiciera un vaciado de la Liturgia del Pr:.G:. que es lo que recomiendo a mis hermanos se preocupen por estudiar.
Sin embargo, considero oportuno hacer mención, porque en calidad de recordación permanente debe existir, que el aspirante a formar en nuestras filas es desprovisto de metales y joyas para hacerle comprender dos cosas: que no puede recomendarse ante quien se presente y lo recibe, sino por sus méritos personales exclusivamente y no por su fortuna y sus adornos, la mas de las veces oropelescos, y, la segunda, que no debe darle demasiada importancia a las riquezas; pues que debe comprender que la codicia es vicio excesivamente vergonzoso, factor impulsante de los mayores crímenes.
También haré mención de que entra con los ojos vendados y medio vestido, simbolizando con ello que se entrega a la Institución masónica, ,;por la confianza que le inspira. con una humildad completa, para que hagan de el lo que se hace con un pedazo de cera blanda o lo que el artista hace del bloque de piedra o de granito. La venda, además, le representa los errores y las preocupaciones del inundo profano, que la Masonería se siente impelida a disipar; es gala verdadera del hombre y que casi siempre queda incompleta si no recibe el auxilio oportuno de las luces masónicas. De allí que la Masonería no puede abusar de la docilidad con que se presenta un aspirante.
Y ya que se trata de la recepción del aspirante, y que he recomendado un estudio de la Liturgia, me referiré a continuación al Primer Juramento, del Aprendiz, para mayor precisión, del profano que desea ser iniciado. El cáliz de la amargura que se le presenta para que lo apure hasta las heces, ya que entraña una significativa enseñanza, consiste ésta, en que el hombre debe aceptar con resignación y entereza los sufrimientos, y en hacernos ver la prudencia y discreción con que debemos aceptar los placeres, así como soportar los males que la prudencia humana ni puede precaver ni puede remediar.
Desde los más antiguos tiempos, el iniciador presentaba al aspirante dos brebajes, igual que en la actualidad, y le llamaban al. primero “agua de Leteo”. para hacerle olvidar las falsas máximas del mundo, y al segundo “Memosina”, para hacerle recordar las lecciones de la sabiduría. ¿Convendría la Masonería moderna restituirle a los brebajes sus nombres verdaderamente simbólicos: “AGUA DEL OLVIDO” y “AGUA DE MEMORIA”? En mi concepto sí convendría; pues debemos convenir que el Olvido del Mal y el Recuerdo del Bien, son dos fuentes indispensables para una dicha duradera.
Si encontramos coherencia a esta apreciación con un pasaje de la iniciación, muy significativo por cierto, y que son las definiciones de los conceptos “vicio” y –virtud”, tendremos un nuevo símbolo en la recepción del candidato, cuando decimos que llegamos a ahondar pozos para sepultar el vicio y a levantar templos a la virtud. En otras palabras: (he allí el símbolo). Olvidarnos el vicio que es el Mal, recordando siempre.